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(c) El País / Andrea Comas

 

Por Luz Rodríguez, miembro del Consejo Asesor

 

Tanto hablar de robots, inteligencia artificial o big data y de cómo el avance de la tecnología iba a reemplazar el trabajo de los humanos y resulta que es precisamente el trabajo humano el que está cuidando de nuestra vida y nuestra salud en la pandemia provocada por la covid-19. Me refiero al trabajo de cuidados del personal sanitario, del personal de limpieza, de aquellos que cuidan a las personas mayores en las residencias, de los que limpian, cocinan o cuidan menores en el hogar familiar, de quienes están en los comercios y supermercados procurando nuestra alimentación, de quienes recogen nuestras basuras o también de los más de 3,2 millones de mujeres que cuidan de sus familias y que la encuesta de población activa considera “inactivas” porque realizan “labores del hogar”.

Todos estos trabajos de cuidados estaban siempre ahí, pero parecían invisibles a nuestros ojos. Hoy los vemos y los necesitamos. Espero que también seamos conscientes de cuáles son sus características. Casi todos son desempeñados mayoritariamente por mujeres. Las mujeres representan más del 72% de las personas ocupadas en actividades sanitarias, más del 83% de aquellas ocupadas en establecimientos residenciales y más del 87% de las ocupadas en servicios sociales sin alojamiento. Las mujeres representan más del 60% de quienes trabajan en el sector del comercio, más del 86% de quienes lo hacen en el hogar familiar y más del 89% de quienes realizan labores de cuidado en el hogar.

Cuando la crisis sanitaria empiece a amainar, deberíamos revisar la valoración social del empleo de quienes nos cuidan y lo ocurrido en las residencias de mayores

Estas últimas ni siquiera tienen salario ni protección social porque “formalmente” no trabajan. En los demás casos se trata casi siempre de trabajos temporales y con bajos salarios. Si la temporalidad de nuestro país, ya alta, se sitúa en el 26%, la temporalidad de las personas que trabajan en el hogar familiar es del 30%, y la de aquellas que lo hacen en las actividades sanitarias y de servicios sociales es del 32%. Por lo que se refiere a los salarios, de acuerdo con la encuesta anual de estructura salarial, la ganancia media anual de quienes trabajan en actividades sanitarias y de servicios sociales es de 26.076 euros (23.893 para las mujeres), y de quienes lo hacen en el sector del comercio, de 20.608 (17.377 para las mujeres). Un dato más: el convenio colectivo nacional de residencias de mayores fija el salario base de los gerocultores en 997,16 euros mensuales.

Lo anterior debería llevarnos a una doble reflexión. La primera es que como sociedad tenemos que revisar la valoración social y económica de los trabajos que hoy se han demostrado esenciales para preservar nuestra vida y nuestro bienestar. Además del aplauso diario, deberíamos garantizarles seguridad en el empleo y salarios razonables (lo que exige cambiar las leyes y los convenios colectivos). La segunda guarda relación con lo ocurrido en las residencias de mayores, donde se ha producido el mayor número de muertos por la covid-19. Cuando todo esto empiece a amainar, deberá haber un análisis exhaustivo de las razones por las que esto ha sucedido. Espero que entre los factores que se examinen estén las condiciones de trabajo adversas de las personas que trabajan en ellas, que han demostrado ser grandes profesionales con pocos derechos laborales a su favor.

Esta columna de Luz Rodríguez fue publicada originalmente por El País el 26 de abril de 2020